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Diccionario (segunda parte). De cálices y acequias...

Estas son las tres acepciones de la palabra "Cauce", según el Diccionario de la Lengua Española.

Del latín calix, -ĭcis 'conducto de agua'.

1. m. Lecho de los ríos y arroyos.

2. m. Conducto descubierto o acequia por donde corren las aguas para riegos u otros usos.

3. m. Modo, procedimiento o norma.

Hace ya meses, publicamos la primera parte de esta entrada, "Diccionario". En ella, compartimos la siguiente idea: en las tres acepciones vemos conexiones con la comunicación. En el anterior post (Diccionario: primera parte) explicamos porqué la comunicación sana, consciente, ha de gozar de un apropiado lecho sobre el que apoyarse y fluir. En este segundo texto, queremos indagar en las dos siguientes acepciones. Conectaremos la segunda acepción "Conducto descubierto o acequia por donde corren las aguas para riegos u otros usos" con la tercera "Modo, procedimiento o norma".

Allá vamos.

Pensemos que el agua no es agua, sino que son mensajes que circulan de un sitio a otro (de emisor a receptor y viceversa, en su versión más simplificada). Pensemos también que los riegos no son simplemente riegos agrícolas, sino que es el entendimiento entre las personas, esa conexión que alivia nuestra sed de soledad y seguridad. ¿Es o no es el cauce una verdadera acequia de la comunicación? Y es ahí donde nos cautiva esta idea: la comunicación no son los mensajes aislados, los contenidos desconectados. Al igual que ocurre en una comunidad de regantes, donde el agua fluye bajo un ordenado y cuidado sistema de canales, la comunicación es el producto de un sistema de "acequias" que favorecen el fluir armónico de estos mensajes. Ya sean más emocionales, más lógicos, más conscientes o inconscientes, esos mensajes fluyen gracias a un "orden" regido por una serie de normas acordadas socialmente.

Las comunidades de regantes son perfectamente conscientes de la necesidad de mantener y regular las acequias. Existen recursos destinados a cuidar, reparar y vigilar que el agua fluya sin problemas por los "brazales". ¿Pero y en lo que respecta a la comunicación? ¿Dónde están las acequias de la comunicación? ¿cuál es esa comunidad de regantes de la comunicación en nuestra sociedad? Nuestra conclusión es que, a pesar de que agua y comunicación son necesidades humanas con similares requerimientos para su cuidado, no prestamos el mismo cuidado con esta última. Cuando nos referimos a la comunicación, es menos común este mantenimiento del cauce. Al ser canales invisibles, pareciera que no existieran para muchos de nosotros y nosotras.

Y precisamente en este momento de la historia, tenemos un reto especial. Hacer visibles estos cauces. Hoy en día aparecen nuevos canales de comunicación, nuevas autopistas por las que circulan los mensajes, que inundan nuestros campos mentales con un exceso de información que llega a ser tóxico. Estamos en un momento en el que la preocupación por generar nuevos contenidos, nuevos mensajes, provocan ruido. Sin embargo, hace falta tomar consciencia sobre cuáles son esos cauces, cómo se regulan, cómo funcionan, cómo puedo cerrarlos o abrirlos.

Por ello, apelamos al espíritu de los regantes, que sabiamente, generación tras generación, han sabido gobernar el buen uso del agua. Repartirla con justicia, cuando había escasez; encauzarla y depositarla adecuadamente, cuando había exceso, para que no generara inundaciones. Necesitamos regantes, que cuiden los cauces de la comunicación. ¿Pero quienes han de ser estos regantes? ¡Cada uno y cada una de nosotras! Al entrar en contacto con el océano de información que Internet pone a nuestra disposición, deberemos saber cultivar el buen criterio la red de acequias que hagan que la información que buscamos, sacie de sed nuestro huerto intelectual y emocional.

De igual forma, nuestros mensajes, si sabemos conducirlos, llegarán mejor a su destino. Y en consecuencia, tendremos más posibilidades de ser escuchados.

Por otra parte, esta segunda acepción nos refiere al contexto. El conducto por el que corren las aguas de la comunicación es no solo la red de canales que favorecen su fluir. Es también un contexto apropiado para estos canales. Es decir, el mensaje aislado es como el agua en la nada: se pierde. Y unas acequias, unos cauces, bien cuidados, tampoco son suficientes si el contexto en el que se sitúan estos cauces no es el apropiado. Se requieren unas condiciones que propicien la seguridad. ¿Pero cuáles son esas condiciones?

Desde nuestra visión, hay varios enfoques que harán que la comunicación sea fluida, promueva la convivencia, el entendimiento y la dignidad , y a su vez sea útil para la supervivencia de una comunidad. El contexto apropiado para ello debe promover la cohesión entre sus miembros mediante:

  • Aceptando y celebrando las diferencias de cada integrante del grupo (enfoque de diversidad, interculturalidad...)

  • Promoviendo y garantizando la igualdad efectiva entre cada integrante independientemente de su sexo (enfoque de igualdad de género).

  • Fomentando la participación de quienes tienen menos voz y menos capacidad de visibilizar su mensaje ante la comunidad (jóvenes, mujeres, refugiados...).

  • Buscando una conexión más allá del plano intelectual, basada en la comunicación emocional.

Esas son algunas normas, algunos procedimientos, algunos modos, como diría el Diccionario de la Lengua Española, que a nuestro modo de ver, recogen, como haría un cáliz con el vino sagrado (cauce proviene del latín calix), las esencias de una comunicación consciente y humana. Y es que al fin y al cabo, ¿no es la comunicación también un elixir sagrado para la vida?


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